Resulta doloroso y muy triste caminar por diferentes sectores
del municipio y evidenciar a simple vista como los mismos hijos legítimos y
adoptivos del municipio, destrozamos abiertamente sus entrañas y hacemos a
diario todo lo humanamente posible por destruirlo, por contaminarlo, por acabar
con las cosas que nos pueden llevar a marcar la diferencia, por borrar los
referentes que pueden significar las posibilidades serias de desarrollo y
grandeza, para una tierra que lo tiene todo para ser diferente, casi todo, menos
el sentido de pertenencia, de agradecimiento y compromiso de quienes compartimos
en el mismo espacio, un hogar, una posibilidad de trabajo o el lugar donde encontráramos
la tranquilidad y una morada para nuestros hijos.
Cada día resulta terrible como cada quien solo reclama y protege
el pequeño espacio que posee y trata de atrincherarse en él, sin importar el
resto del inmenso espacio, incluso aquellos que son para el disfrute de todos. Solo
pensamos en tener limpio nuestro lugar, no importa si ello implica rodar la
basura para nuestros vecinos, solo queremos estar seguros en nuestro nido, así
implique hacer de nuestro hogar una cárcel con lindos colores y muchos
candados, limitando con ello también las posibilidades de interacción de
nuestros hijos y demás familiares con los vecinos que al final terminamos desconociendo.
Hemos desarrollado una coraza de indiferencia ante lo que ocurre
a nuestros alrededores, creyendo de manera equívoca que si no me afecta no me
importa y es así, pues a la mayoría no les importa en que se invierten los
recursos públicos, tampoco nos interesa que los espacios públicos permanezcan
limpios y conservados, que las calles estén limpias por que no barremos el
frente y muchas veces, ni siquiera recogemos la basura, al contrario barremos
hacia fuera, por que mi casa es de la reja para dentro.
La gran mayoría nos parece absurdo eso de las juntas comunales,
pues estamos seguros de que es para flojos y sin oficio, pero cuando un gran
problema de servicio publico o de seguridad amenaza con traspasar las fronteras
de nuestras trincheras, inmediatamente salimos raudos a exigir a esas personas
que muchas veces no acompañamos y que después de elegir dejamos solas, a que
salga en busca de solución y respuestas, bajo palabras groseras y habladurías difamantes.
Cuando pasamos por los parques del municipio a pesar de estar en
su mayoría rodeados por muchas residencias, se notan desolados, llenos de
basuras y destruidos especialmente por la indiferencia y por nuestro
convencimiento de que eso le toca al otro o para que están las autoridades, por
que no lo hace la empresa de aseo?
Y ni que decir de las vías de entrada y salida del municipio,
atestadas de basuras, animales muertos, ramas de arboles podados y mucha podredumbre,
que refleja como monumento nuestra indiferencia y egoísmo. Pues por que pagar a
la empresa de aseo que recoja mi basura? Si por $500 un carro de mula se la
lleva y que la tire en cualquier lado, después que mi casa permanezca limpia,
lo demás no importa!. Después que mi
casa este segura me importa que los bandidos roben donde les de la gana o
después que el político se mande los mercaditos o los $50.000 o al menos monte
tremenda tarima con Martin Elías o Peter Manjarrez voy pa´ esa. Al final todos son iguales! Así pensamos y después de manera hipócrita pretendemos
exigir resultados y obras a un alcalde o a un concejal al que le vendimos una
tajada del futuro de nuestros hijos por pequeñas cosas.
Que tiempos aquellos cuando todas las mañanas nuestras abuelas y
madres salían religiosamente a barrer las calles arenosas de nuestro municipio,
recogiendo las hojas secas de los arboles que no faltaban al frente de cada
residencia y quemándolas a un costado o entrándolas al patio para quemarlas en
el interior, los tiempos donde los malamberos se organizaron para conseguir la
electrificación, la construcción de nuestros primeros colegios, el agua potable
permanente y el mantenimiento de nuestro parque e iglesia central.
Esto sin contar con nuestro ferviente fé católica y el gran
respeto por las personas mayores y la institucionalidad que ellas
representaban. Definitivamente con la explosión demográfica de nuestro pueblo,
desapareció el sentido de pertenencia y el compromiso con Malambo que tenían
nuestros abuelos. Hoy solo nos queda la fé de que algún día nos tendremos que
dar cuenta, que solo trabajando juntos, con compromiso y honestidad, entre todos podremos hacer un futuro
diferente, un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. De lo contrario nadie
nos los va a regalar.
Alex Miranda Ch
Periodista
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