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martes, 22 de julio de 2014

BOLAS DE CANDELA EN LAS FIESTAS DE MALAMBO DE TRADICIÓN A VANDALISMO

Comienzo manifestando que siempre he sido y seré un abierto defensor de las tradiciones culturales y folclóricas de nuestro pueblo, porque es como la huella digital que nos identifica a través del tiempo, dándonos identidad entre los demás pueblos del departamento y la costa en general. Pero indudablemente lo que no podemos permitir es que esas costumbres y tradiciones sean tomadas por quienes desconocen totalmente sus orígenes y razón de ser, para utilizarla con el fin de sabotear y destrozar por completo el valor integral de la suma de los valores religiosos y culturales que simbolizan nuestras fiestas patronales.

Según la investigación que me permití realizar para escribir este artículo, las tradicionales bolas de candelas datan desde comienzos del siglo pasado (XX) y en sus inicios consistían en que un grupo de amigos pactaban para las festividades patronales, fabricar bolas de tela, para después de las novenas y demás actos religiosos encenderlas en la plaza principal, frente a la iglesia santa María Magdalena y patearlas como un juego, pero solo entre amigos, sin tirárselas a nadie y sin provocar riesgos sobre las demás personas.

El juego de las bolas de candela era acompañado por el sonido de la banda que religiosamente comenzaba su toque todas las noches después de novena y por un par de hora amenizaban la plaza principal desde la imponente terraza de la iglesia, no puedo dejar pasar por alto el hecho de que la plaza principal de malambo estaba rodeada por  casas de barro y bareque cuyos techos en la mayoría eran de paja o enea como muchos la conocen. Y nunca hubo un incidente, pues las bolas de candela nunca fueron arrojadas a las residencias aledañas, como tampoco la tiraban a donde estaba la banda y mucho menos hacia la puerta de la iglesia, obviamente en esa época el respeto por valores era mucho más grande.

Pero como se hacían las bolas de candela originales?

Eran bolas de tela que se hacían por capas y se iban asegurando con fino alambre de cobre extraído de bobinas viejas de aparatos eléctricos de la época o en muchos casos con pitas con las que se amarra el bollo y que luego de darle forma y tamaño capa tras capa, eran sumergidas por varios días en un recipiente con gas, para que se empaparan bien y así poder garantizar su quema total.

Eran empapadas en gas pero aun asi había que tener paciencia para que la bola tomara bien la candela, ya que el gas es un combustible lento y no explosivo, por lo que de no esperar que tomara bien la candela se apagaba a mitad de camino, pero el gas también permitía que estas bolas pudieran ser pateadas, con menor riesgo de quemaduras, ya que el gas es un combustible pasivo no explosivo y como la idea eras patearlas entre un grupo de amigos, tampoco representaba un riesgo para quien no quería participar del juego.

En el malambo de esa época había reconocidos hacedores de buenas bolas de candelas, que no se deformaban ni apagaban a mitad de camino en familias como los Serge, los Meza, los Camargo y otras, el juego de las bolas de candela generalmente comenzaba después de diez de la noche y quienes se quedaban en la plaza a esa hora después de los actos religiosos, lo hacían con el interés de divertirse o participar de lo que con el tiempo se volvió tradición, nunca se prendió una bola cuando se realizaban los actos religiosos y nunca se construyeron esos artefactos con el fin de dañar a los demás y mucho menos de sabotear las demás actividades religiosas y culturales programadas.

Pero con el paso del tiempo Malambo fue creciendo, nuevos barrios se fueron sumando a la población de nuestra localidad y muchas de nuestras costumbres y tradiciones de antaño, se perdieron, quedaron fuera de circulación y en el mejor de los casos se transformaron o perdieron su esencia

Eso es lo que ha pasado con las tradicionales bolas de candela en las fiestas patronales, porque desde inicios de los años 80¨s dejo de ser un juego entre amigos para convertirse poco a poco en un peligroso y aterrador juego con el que se busca diversión a costas del temor o la debilidad de otros, sin respetar las actividades religiosas, al contrario se está al acecho de la salida de los feligreses de la santa iglesia para provocar el caos, el miedo siempre a espera de quienes dieran la oportunidad para tirarles las bolas en llama, no importa si eso implica colocar en riesgo la vida ajena.

Las bolas de candela hoy en día son hechas ya no como elementos para un juego entre amigos, son construidas con material  inflamatorio como telas de poliéster, plástico, mallas de acero y alambre e incluso con cocos secos adentro, solo con el único fin de que a quien toquen o golpeen les hagan daño, le quemen la piel, la ropa, le genere una fractura o un trauma cráneo encefálico, esa es la sádica actitud que realmente motiva a quienes las hacen y a quienes salen a patearlas, siempre en busca de una víctima de alguien que a costas de su integridad, de un poco de diversión y motivo de burla

He ahí donde se fue perdiendo de apoco la tradición, hasta transformarlo en lo que hoy en día es, definitivamente más que un juego una perversidad cuyo único fin es dañar a los demás, sin importar que con ello estemos destruyendo la infraestructura del parque central, por el contrario es una buena oportunidad para romper lámparas, arrasar jardines, partir regaderas y destruir juegos infantiles, generar el caos para permitirse la destrucción de todo lo que se pueda, sin importar que ese espacio es el lugar donde ellos mismos o sus hijos salen a divertirse los fines de semana, todo con el fin de obligar la intervención de la fuerza pública y llevar el vandalismo al más alto grado de éxtasis para muchos de los asistentes que con piedras y otros elementos se enfrentan a la autoridad en masa, para pasar por encima del estamento e imponer el caos y la violencia como factor determinante en una nueva cultura que a pasos gigantes se toma nuestra sociedad, nuestros barrios y nuestras familias

La cultura de la violencia, la intolerancia, el vandalismo y la agresión hacia los demás como elemento de imposición y liderazgo, la misma que día a día se vive en muchos sectores a los que hemos estado de espaldas y que hoy a pasos agigantados busca imponerse en todos nuestros espacios sociales, culturales y políticos, como una nueva y lamentable tradición.

Alex Miranda Charris
Periodista 


martes, 8 de julio de 2014

QUE EL OPTIMISMO Y LA FELICIDAD NO TERMINEN CON LA ELIMINACIÓN DE LA SELECCIÓN

Indudablemente este mundial no solo fue histórico en las estadísticas de la participación de nuestro país en las justas mundiales de fútbol y en la cantidad de goles marcados por un nacional en esta clase de eventos mundialistas, con los seis goles alcanzados por James que lo ubican como el segundo jugador más joven después de Pelé, en marcar seis goles en un mundial.

También es histórico por el éxtasis que nos produjo a todos los colombianos el juego bonito, seguro y contundente de nuestra selección, seguridad y determinación que por arte de magia se transmitió a los más de 47 millones de colombianos que partido a partido seguimos con mucha pasión a nuestra selección para deleitarnos con su lindo juego y sus contundentes victorias

Pero más allá del éxtasis de la alegría y la felicidad que nos dieron estos gladiadores del campo de futbol, los colombianos nos vimos bañados con un torrencial aguacero de optimismo y fé en nosotros mismos como nunca lo habíamos vivido, una histeria positiva colectiva que nos mantuvo muy felices, muy seguros y decididos a seguir adelante a pesar de los muchos problemas que aún padecemos

Nos sentimos especiales, insuperables y por qué no decirlo, soñamos con demostrar que podíamos ser los más grandes de américa, sueño que no se truncó, sino que en el fondo sentimos que nos lo robaron con el pésimo arbitraje del español Carlos Velasco

Hoy varios días después del histórico encuentro Colombia Brasil, donde el equipo que pedía de manera desesperada e  incesante al controvertido arbitro  que acabara el juego, no fue Colombia y donde su estrella James Rodríguez, debió ceder dos veces su camiseta a pedido de Neymar en el primer tiempo y de David Luis al concluir el partido y luego del apoteósico recibimiento de la selección en Bogotá y la de Teo y Carlitos Bacca en Barranquilla y Puerto Colombia, solo deseamos que por favor, no perdamos el entusiasmo, que los colombianos sigamos manteniendo ese optimismo que nos mantenía unidos, sonrientes y orgullosos, que la fé en nosotros mismos como pueblo, como raza no decaiga y por el contrario aprendamos a entender que el trabajo en equipo, sumado a la fé, a la disciplina, la buena voluntad y el creer en uno mismo da como resultado inevitable el éxito

Y eso fue lo que desde nuestro punto de vista realizó el excelente director técnico José Pékerman, no sólo se tomó el trabajo de seleccionar con mucho cuidado a los 23 mejores guerreros, no sólo por sus cualidades futbolísticas, sino por sus cualidades personales y su capacidad de entendimiento, para uno a uno trabajarlos y concientizarlos de la importancia de trabajar en equipo, de entender que aunque individualmente son muy buenos, unidos podían ser excelentes, un grupo compacto con una sola idea y un sólo objetivo, cosa que no sólo el técnico hizo muy bien, sino que los jugadores supieron asimilar y poner en practica dentro y fuera del campo, ante los medios de comunicación y de la gente

Lo que a la postre los convirtió junto con todos y cada uno de los 47 millones de hinchas en Colombia, en una sola familia humilde, trabajadora y sencilla que encontró la felicidad en el trabajo en equipo, en la fé en nosotros mismo y el optimismo que genera los resultados de la disciplina y la buena voluntad.

Dios permita que no se nos olvide esa gran estrategia Pékerman y que los colombianos seamos capaces de seguir aplicándola a nuestra vida diaria, en nuestras familias, en nuestro trabajo, con nuestros amigos y especialmente en nosotros mismos.

Porque definitivamente quedo demostrado que con fé en nosotros  mismos, el trabajo en equipo, disciplina  y aptitud positiva. Se puede mantener la unidad de nuestro pueblo en medio de le felicidad y el optimismo, el mismo que aún nos embriaga y que esperamos perdure por muchísimo tiempo.  

Gracias profesor Pékerman!


Alex Miranda Charris
Periodista