En épocas no muy distante nuestros padres por
humilde que fueran, nos establecían claras reglas de comportamiento y conducta
ante ellos, las personas mayores y ante Dios, reglas que iban acompañadas de
claras advertencias de castigos que iban de acuerdo al tamaño de la regla
violada o pasada por alto, en caso tal se nos ocurriera.
Era muy importante aceptar a Dios como ser
omnipotente creador del cielo y la tierra y ante quien deberíamos siempre
respetar los mandamientos so pena de perder la bendición divina, también era
muy importante no estar de imprudente cuando los mayores hablaban, respetar a
los mayores y ser obediente a nuestros padres, eso entre otras cosas, además de
lecciones como, lo que se encuentre y no sea suyo devuélvalo porque lo único
que es suyo es lo que sus padres le den o lo que se gane con el sudor de su
frente cuando este grande, estudie porque es la única manera de salir adelante,
si no estudia va a terminar siendo un bruto como yo y no va salir de pobre
Los domingos no se podía perder la misa de
las siete de la mañana, entre otras cosas porque era nota de religión y se
aprovechaba para recibir la gracia de Dios en familia y de paso al terminar la
eucaristía, conversar con familiares, conocidos y amigos, antes de partir a
casa nuevamente.
Nuestros padres tenían claro que la educación
de sus hijos como individuos, como persona dependía de ellos, de la disciplina,
de sus orientaciones para enrumbarnos por el camino del bien y que en la
escuela se iba a aprender los conocimientos fundamentales en matemáticas,
ciencias, religión y demás materias que nos hacían personas con conocimientos e
iban alejando de la ignorancia
Lamentablemente en la sociedad de hoy y
gracias a los cambios impuestos por nuevas normas que buscan proteger según sus
fundamentos los derechos de niños y jóvenes, los padres fueron perdiendo
autoridad y el maestro cada vez fue más encasillado en el papel del profesor,
no de guía ni de orientador para preservar las buenas costumbres, generando que
nuestra sociedad entrara en el caos que hoy nos tiene sumido, donde la perdida
de los valores fundamentales, el irrespeto a los demás y “el libre desarrollo
de la personalidad” maniataron a padres y educadores en la educación de los
hijos y quienes deben asumir el papel de sacar en un futuro inmediato a nuestro
país adelante
Padecemos en estos momentos de niños y
jóvenes sin autoridad ni temor a Dios, desinteresados en salir adelante en ser
mejor personas o en vivir la vida con decencia y respeto a los demás, sé que no
es general esta situación y que en muchos hogares se dinamizaron las cosas y se
evolucionó a nuevas reglas y estrategias para mantener el respeto, la
obediencia y el cumplimiento de obligaciones y deberes, sin violentar sus
derechos
Pero en muchas familias de todos los
estratos, reina la anarquía de jóvenes indisciplinados, irrespetuosos y caídos
en vicios que además de ser un gran problema para la sociedad son personas
solas, perdidas en la vida sin orientación, ni patrones de conducta que los
lleva al ocaso tempranero gracias a que son presa fácil de la droga y de los
grupos delincuenciales donde les ofrecen un estatus y el derecho a ganarse un
respeto que siempre termina tres metros bajo tierra, después de provocar mucho
daño y sufrimiento a la misma sociedad que tumbó la estructura fundamental de
su educación para imponer una importada de otras regiones del mundo y a las
cuales aún no logramos amoldarnos ni amoldarlas a nuestra realidad con
plenitud.
Como padre de familia solo puedo decir que lo
mejor que podemos hacer por nuestros hijos es desde recién nacidos brindarles
mucho amor y cariño, eso les brinda la seguridad necesaria que posteriormente
va formar su carácter y personalidad, inculcarles la importancia de Dios en
nuestras vidas, brindarles la educación basada en el respeto, la honestidad y
la decencia hacia los demás y hacia ellos mismos, motivarlos siempre a
imponerse metas y trabajar duro para que por sus propios medios logren cumplir
sus sueños y eso se logra procurando no darles todas las cosas masticadas, sino
que siempre ellos contribuyan en el logro desde las metas más sencillas como
caminar, hasta la más grande como esforzarse en sacar buenas notas y
felicitarlos por eso, y así para cuando ya sean adultos vivan sus vidas a
plenitud y puedan disfrutar plenamente de la felicidad, el ser buenas personas
y lograr el éxito con esfuerzo y dedicación. Siempre en procura de un hombre
nuevo para nuestra sociedad.
Nada de lo anterior es fácil pero siempre
será mejor que vivir la desgracia de una familia sin futuro, sumida en la
violencia, el irrespeto y el dolor constante , camino a la destrucción.
Alex
Miranda Ch
Periodista
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